Las primeras décadas del siglo XXI nos aportan muchos cambios y uno de ellos es la manera con que empezamos a mirar a nuestros mayores. Lenta pero inexorablemente van cayendo los mitos sobre los adultos mayores. Los estereotipos y visiones sesgadas sobre la edad avanzada van diluyéndose a medida que comprobamos cómo lo que parecía una verdad que todos aceptaban, ahora se demuestra una falsedad.
Los mitos que aun perviven sobre la vejez se basan en medias verdades y en datos que son falsos o han cambiado en las últimas décadas. Unos estereotipos que aún encontramos en los medios y en cierta literatura sobre el envejecimiento y que son desviaciones o información equivocada sobre el proceso de envejecer.
Los mitos que aún prevalecen perpetuan imagenes falsas del hecho de tener una edad avanzada y dificultan la labor educativa de la gerontología. Las ideas centrales que sustentan estos mitos sobre la edad evocan estas percepciones generales del hecho de ser anciano:
* Mala salud, enfermedad, discapacidad
* Falta de agudeza mental, fallos de memoria y senilidad
* Tristeza, depresión, soledad.
* Se vuelven gruñones
* Falta de sexo, aburrimiento.
* Todos son iguales
* Falta de vitalidad, pérdida de vigor, declive inevitable
* Incapacidad para aprender o cambiar.
* Son improductivos.
Todas estas percepciones no se basan en una realidad actual y contrastada. En todo caso pudieron tener una justificación en el siglo pasado, en determinados lugares muy concretos o, en el peor de los casos, solo afectan a una minoría que no supera el 15% de los adultos mayores.
Estos estereotipos impiden que las personas de edad avanzada participen plenamente en actividades sociales, politicas, económicas, culturales, espirituales y cívicas. Cabe preguntarse ¿dónde podemos encontrar las verdades sobre el envejecimiento y cómo poner al descubierto los mitos y mentiras que se airean sobre las personas de más de 65 años?
Educación gerontológica
La gerontología, esa especialidad de momento poco apreciada y me temo que aun con pocas salidas profesionales para quienes quieren cursar esa carrera, es la disciplina que estudia la vejez y todos aquellos fenómenos que la caracterizan, con un doble objetivo: prolongar la vida saludable y mejorar la calidad de esa vida en todos los aspectos posibles.
Así pues, nada mejor que recurrir a quienes destacan por su profesionalidad y experiencia en gerontología para desmontar mitos y encontrar verdades sobre las personas que pasamos de los 65 años, como el Dr. Ricardo Moragas. De su libro “Gerontología social” estraigo las siguientes frases:
“Hay que luchar contra la idea de que el viejo es funcionalmente limitado….La mayoría de la población anciana no se halla impedida”
“Las barreras a la funcionalidad de los ancianos son con frecuencia, fruto de las deformaciones y mitos sobre la vejez más que reflejo de deficiencias reales”
“La ancianidad no comienza a una edad cronológica uniforme, considerar anciano a toda persona de más de 65 años tiene una explicación arbitraria y poco racional”.
“Los 65 años constituyen una edad en la que se puede desempeñar perfectamente un trabajo”
“Las limitaciones psíquicas de los ancianos se han reflejado tradicionalmente en etiquetas poco demostradas científicamente y basadas en el prejuicio. La pérdida global de la memoria, por ejemplo, no es mucho mayor que a otras edades y la inteligencia no solo no disminuye, sino que puede aumentar”
“Aparece en la opinión pública la creencia de que ancianidad supone necesariamente enfermedad, cuando las estadísticas sanitarias señalan precisamente que la mayoría de ancianos están sanos”
Podemos seguir con la mente en el siglo XX creyendo que llegar a los 65 años es una tragedia o bien admitir que en el siglo XXI con 65 cumplidos podemos seguir activos, sanos, siendo más libres y más felices.
Diferencias entre mito y realidad
Para tener otra visión, aunque coincidente, tomemos las afirmaciones del experto en psicología Dr. Simon Tan, especialista en alteraciones neurológicas del Departamento de Geriatría de la Universidad Stanford:
Mito: Todas los adultos mayores son iguales
Realidad: Hay más variedad entre las personas mayores que en ningún otro grupo de edad.
Mito: Las necesidades básicas de los adultos mayores son distintas de las de la gente más jóven.
Realidad: Las necesidades humanas no cambian al envejecer.
Mito: Más del 50% de los mayores padecen senilidad (pierden memoria, se desorientan y tienen conductas extrañas)
Realidad: El 80% de los adultos mayores están lo bastante sanos para realizar sus actividades habituales.
Mito: Los adultos mayores tienen actitudes muy rígidas.
Realidad: Existe la creencia de que los mayores son incapaces de adaptarse a las nuevas tecnologías, pero hay más de un 41 % de personas mayores de 65 años que utilizan Internet.
Mito: Al envejecer a menudo se paraliza la capacidad de aprender.
Realidad: Los patrones de aprendizaje pueden variar y la velocidad de aprender puede disminuir, pero la capacidad básica de aprender persiste.
Mito: Olvidar cosas probablemente indica el comienzo de la demencia.
Realidad: La pérdida de memoria puede estar causada por la medicación o por la depresión.
Mito: Todos al llegar a ancianos padecen demencia.
Realidad: Solo entre el 6% y el 8% de las personas mayores de 65 años sufren demencia y solo un tercio de los mayores de 85 muestran algún síntoma de demencia.
Mito: Todos los adultos mayores se deprimen.
Realidad: La mayoría de los adultos mayores no están deprimidos. La depresión no es parte intrínseca del envejecimiento. La edad por si sola no es un factor de riesgo para la depresión.
Mito: La depresión en la edad avanzada es más duradera y difícil de tratar que en las personas más jóvenes.
Realidad: El curso de la depresión en los mayores es idéntica a la de los jóvenes. La respuesta al tratamiento de la depresión se presenta tan positiva en los mayores como en otros tramos de edad.
Construyendo mitos
William Shakespeare transformó mitos memorables y cuentos legendarios en personajes de carne y hueso y en conceptos que continuan conformando nuestra visión sobre la condición humana. Quizá la imagen que más perdura es la frase citada a menudo “Sin dientes, sin ojos, sin paladar, sin nada…” (Shakespeare, Seven Ages of Man, As you Like it, II) y el hecho es que los estudios contemporaneos sobre el envejecimiento se ven aún influidos por el rico lenguaje metafórico del autor inglés. Por otra parte, encontramos esos mitos en nuestros chistes y conversaciones, a pesar de que el conocimiento y la envidencia actual demuestren lo contrario.
Lamentablemente estos mitos y estereotipos afectan negativamente a las personas de edad avanzada, cuyas expectativas y percepciones se ven condicionadas por esas falsedades e información sesgada hasta el punto de que se pueden llegar a convertir en profecías autocumplidas.
La aparición de mitos y estereotipos sobre las personas de edad avanzada es algo que tiene que ver con lo que generalmente hacemos muy bien, que es etiquetar y agrupar a las personas por categorías, como explica Stephen Pinker en su libro How the mind works (1997): “la gente pone las cosas y las personas en cajitas mentales, dan un nombre a cada cajita y a continuación tratan todo lo que hay dentro por igual”(p. 306).
Es indudable que mantener ciertos mitos y estereotipos negativos sobre el envejecimiento es simplemente un problema de etiquetado irreal. Tomemos, por ejemplo, los atributos negativos sobre las personas mayores, perpetuado por una visión teórica y programática que etiqueta el envejecimiento de la población como un problema social y a los ancianos como frágiles, enfermos y dependientes. Con ese planteamiento es facil considerar el envejecimiento de la población como una amenaza más que como uno de los mayores logros de la civilización. Estas son actitudes que aparecen como consecuencia del miedo de las generaciones jóvenes a su propio envejecimiento y su rechazo a confrontar los desafíos en el plano económico social que aparecen con el aumento de la población de mayor edad.
Después del sexismo y el racismo, ahora el «viejismo»
Son necesarios los esfuerzos por destruir estos mitos a un nivel interdisciplinar, actualizando nuestra percepción sobre la realidad del proceso de envejecer y descartando como anticuados y falsos los estereotipos que pretenden distinguir a los mayores como un grupo humano separado y quizá debemos hacerlo con la misma intensidad con que hemos luchado contra el sexismo y el racismo. Si hemos vencido la esclavitud, el sexismo y el racismo, por lo menos en lo conceptual, no hay razón para dudar que venceremos el “viejismo” y desmontaremos los mitos sobre una vejez enfermiza y frágil.
Como indica la Organización Mundial de la Salud, no es la edad lo que pone límites a la salud y a la participación activa de la gente mayor. Más bien son las falsedades, la discriminación y el abuso de los individuos y de la sociedad, lo que evita un envejecimiento activo y digno.
Las metáforas culturales y el lenguaje de las categorías, conceptos y estereotipos que sustentan el rechazo a la vejez, merecen toda nuestra atención en la gerontología educacional.
F. Javier González
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