Afortunadamente, en la época de Leonardo Da Vinci, de Shakespeare o de Goethe no existía la jubilación. De haber existido nos habríamos perdido algunas de las obras más excelsas de la creación humana. En la época de Picasso, de Rubinstein y de Pau Casals si existía la jubilación pero renunciaron a ella y hoy el mundo se beneficia de esa sensata decisión.
La jubilación puede ser un gran logro social, pero también una forma de despreciar la valiosísima experiencia y sabiduría que tantos años nos ha costado acumular. Incluso puede ser una desgracia emocional si no sabemos llenarla de significados y proyectos.
Para ello, necesitamos empezar por revelarnos contra las expectativas que nuestra sociedad del “usar y tirar” pone en las personas de más de 60 años y admitir la afirmación del conocido psiquiatra Luis Rojas Marcos: “La vitalidad física, mental y social, no es tanto una cuestión de genes, como del estilo de vida que escogemos”.
La historia pasada y reciente le da la razón, cuando observamos a personas que han demostrado estar en el más alto nivel de capacidad intelectual, artística y emocional a edades consideradas muy avanzadas. Pau Casals a los 96 años estaba en plena capacidad creadora, igual que Picasso a los 91, Rubinstein a los 90, Victor Hugo, Goethe y Matisse a los 83, Platón, Kant y Verdi a los 80, Fleming a los 74, Pasteur a los 73, Wagner y Leibniz a los 70. La capacidad intelectual y creativa no decrece ni depende de la edad. Más bien es lógico pensar lo contrario porque a mayor experiencia, mayor diversidad de ideas que se pueden relacionar. De hecho la edad promedio de las creaciones más grandes de la humanidad se sitúa en torno a los sesenta años.
Lo que necesitamos para mantener la inteligencia activa y creativa no es otra cosa que la fórmula C + P = I, que se traduce por Curiosidad más Pasión igual a Inteligencia. Esta fórmula no tiene edad. Los niños la traen impresa en el ADN y la ponen en práctica de manera natural hasta que les vamos enseñando y condicionando para que no lo hagan. Sólo tenemos que des-aprender ese condicionamiento primero familiar y luego social y recuperar nuestra curiosidad y pasión originales.
En nuestro empeño por no jubilarnos de la vida, sea cual sea nuestra edad, nos convendría cambiar algunos hábitos y actitudes mentales y empezar a pensar que no nos interesa que nos acepten por lo que fuimos, sino por lo que somos ahora y que a partir de los 60 años lo importante no es medir nuestros días por lo que podemos ir perdiendo, sino por lo que vamos ganando. Una de esas ganancias es que la edad va atemperando el conocimiento a la experiencia y eso finalmente se manifiesta en sabiduría.
El filósofo cristiano Theilard de Chardin, dejó dicho que “algún día, después de haber dominado todas las energías como las mareas, los vientos y la gravedad, los humanos llegarán a dominar la energía del amor y entonces, por segunda vez en la historia de la humanidad, habremos descubierto el fuego”. Tengo la impresión de que ese avance, ese punto de inflexión en la historia está en las manos de las mujeres y de los mayores de 60 años, porque la edad avanzada es ese punto elevado desde donde es más facil ver quienes somos.
F. Javier González
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