Al analizar la emergencia de nuevos roles en el envejecimiento, destaca el hecho de que la generación que ahora estamos entre los 60 y los 70 años hemos luchado en nuestra juventud y madurez y durante casi todo el siglo XX por la igualdad de las mujeres, por la liberación sexual, por eliminar el racismo, por la paz, por la democracia y por la ecología. Por tanto. somos expertos en revoluciones y en bregar frente a grandes obstáculos. Ahora tenemos una nueva revolución en marcha, la revolución del envejecimiento activo y saludable para conseguir cambiar la construcción cultural de las etapas vitales, tal como se perciben ahora.
Tenemos que parar esta farsa del envejecimiento como sinónimo de enfermedad y dependencia. Tenemos que eliminar del lenguaje, especialmente del lenguaje médico los conceptos de “fin de la vida útil” de las personas, “enfermedad crónica” y “determinismo genético” y del lenguaje político las expresiones “carga social” y “clases pasivas” cuando se refieren a las personas mayores de 65 años.
Las no-enfermedades
Hemos permitido que sea la industria médico-farmacéutica la que defina el concepto de salud a la medida de sus intereses bursátiles. La variación arbitraria de los niveles aceptables de colesterol, de tensión arterial o de osteoporosis transforma a millones de personas en pacientes, en enfermos sin serlo y varían según las necesidades financieras que el lobby farmacéutico se encarga de hacer valer desde sus sedes en Bruselas en la Rue Montoyer y Avenue de Cortenbergh, con el beneplácito de la Organización Mundial de la Salud.
Si un factor de riesgo como la osteoporosis la convierten en enfermedad y la industria médico-farmacéutica nos convence de que especialmente las mujeres a partir de la menopausia necesitan tomar algo para prevenirlo, como aparenta buenas intenciones médicas y usan palabras que suenan a ciencia médica, no a transacción comercial de gran envergadura, tendemos a creer que están pensando en nuestro bienestar.
Más gerontología
Otra revolución ha de producirse en el ámbito universitario dando mayor relieve a la gerontología y su enfoque multidisciplinar. Cuanto más avancemos en la gerontología menos trabajo tendrán los geriatras. Dicho de otro modo, cuanto más avancemos en dotar a las personas mayores de buenos hábitos alimenticios, de ocupaciones laborales, culturales y lúdicas menos enfermos habrá de tratar el geriatra.
También ha de llegar a la política y a los gobiernos para que establezcan los derechos de las personas mayores. Muchos políticos, incluso los bien intencionados, siguen creyendo que los ancianos tienen necesidades, cuando lo que tienen son derechos. Quizá algún demógrafo informe a los políticos de que muy pronto el grupo de electores más numeroso serán personas mayores de 60 años y entonces, entonces si, empezarán a pensar en nosotros.
La salud se ha convertido en un nuevo filón, un El Dorado para la industria de la alimentación, la industria médico-farmacéutica, y si me apuran también para los políticos y los medios. Todos nos quieren vender salud, olvidando que eso lo tenemos en el “equipamiento de serie” cuando nacemos, y si la perdemos es porque nadie nos ha enseñado a mantenerla, pero en cuanto dejamos de tener salud, todos nos la quieren vender.
Las contradicciones se acumulan
Los medios de comunicación no tienen ningún reparo en publicitar comida basura en una página o en un programa, para en otra página o en otro programa explicar cómo recuperar la salud perdida por esa comida basura, así llenan dos espacios. La industria médico-farmacéutica no se preocupa de educar a la población en la nutrición y los hábitos saludables, pero sí en vendernos todo aquello que suene a recuperar la salud con acentos científicos. Los políticos legislan al son de lo que dicten los lobbys de las industrias alimentarias, farmacéuticas y de productos químicos desde Bruselas o Washington, aunque en sus discursos nos digan lo preocupados que están por la sanidad de la población. Hay mucha legislación sobre sustancias artificiales nocivas pero vivimos rodeados de contaminantes.
A escala familiar se gasta más que nunca en alimentación y los supermercados cada vez tienen en sus estantes menos alimentos reales. La familia en teoría se preocupa más que antes por lo que comen los niños, pero cada día hay más obesidad y sobrepeso. ¿No es paradógico que la medicina haya avanzado tanto, y aún así aumente el número de afectados por enfermedades como diabetes, ictus, enfermedades respiratorias y gastrointestinales?
Hay cosas que estamos haciendo bien porque la población de más de 65 años es cada vez más numerosa, más activa, más saludable y con más ganas de seguir viviendo con ilusión y proyectos hasta los 95 o los 100 años, pero es indudable que falta mucho por hacer porque aún se nos percibe como enfermos, dependientes o frágiles. Un estereotipo a eliminar.
Un consejo para concluir: Olvídese de cumplir años y céntrese en cumplir sus sueños.
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