Para ponerle en situación y sepa desde el comienzo a qué me refiero con el enunciado que da título a este trabajo, le cuento que cuando alguna persona a quien voy a saludar con un abrazo o dos besos en la mejilla, hace ademán de no acercarse y dice, no te acerques que tengo gripe y te puedo contagiar, mi respuesta es: “no, en realidad yo te puedo contagiar mi salud”. La persona queda un tanto extrañada, pero yo lo digo especialmente para que lo oigan mis células y actuen en consecuencia.
Si le parece que el planteamiento es exagerado y no cuadra con lo que le dice su médico o su farmacéutico, puede cambiar de lectura, pero le recuerdo que lo que voy a desarrollar a continuación está basado en trabajos científicos, e investigadores de solvencia contrastada.
Palabras que cambian su cerebro
Para empezar recordemos al neurocientífico Dr. Andrew Newberg, quien afirma que las palabras pueden literalmente cambiar su cerebro y lo describe en su libro Words Can Change Your Brain, en el que cita “una sola palabra tiene la capacidad de influir en el comportamiento de los genes que regulan el estrés físico y emocional”
Una palabra o una afirmación como la que he citado al principio en ese encuentro puede transformar mi realidad porque al pronunciarlo estoy estimulando la actividad de mi lóbulo frontal, donde se encuentran centros concretos del lenguaje que se conectan directamente con el cortex motor que es responsable de ponerme en marcha. Esa misma afirmación y actitud termina afectando también otras zonas del cerebro, como la zona parietal que cambia la percepción de uno mismo.
Palabras peligrosas para la salud
Lo mismo es cierto en el sentido contrario. Cada palabra negativa que use para describirse a si mismo es en potencia un arma letal. Tiene el poder de corroer poco a poco sus sueños y ambiciones, rebajar su energía y terminar dañando su salud. En la práctica es una especie de autohipnosis que a través de esas palabras negativas va programando su comportamiento negativo futuro. Por esa razón es necesario revisar nuestro llamado diálogo interno, porque es un verdadero diálogo, en el sentido de que lo que nos decimos o pensamos llega y afecta a nuestras células y a nuestros genes y ambos células y genes reaccionan y responden fortaleciendo nuestro sistema inmune o lo contrario.
Los investigadores de la Universidad de Pennsylvania han detectado un “marcador psicológico” que muestra que las palabras tienen un impacto en la salud. Los científicos saben desde hace al menos una década que el estrés puede causar un aumento en un tipo de proteinas ligadas a problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2, artritis y algunos tipos de cáncer, pero la psicóloga Jennifer E. Graham-Engeland confirma que elegir palabras que denoten consideración y racionalidad o quizá simplemente cuidado, puede reducir ese aumento de proteinas llamadas cytokines, como la interleukin-6. Durante una conversación estresante o el uso de palabras que reflejan estrés, esas proteinas normalmente aumentan, dejando el sistema inmune incapaz de defendernos.
Palabras que generan falsos mitos
En un artículo que publiqué en esta misma web hace un año indicaba: “Tenemos que parar esta farsa del envejecimiento como sinónimo de enfermedad y dependencia. Tenemos que eliminar del lenguaje, especialmente del lenguaje médico los conceptos de “fin de la vida útil” de las personas, “enfermedad crónica” y “determinismo genético” y del lenguaje político las expresiones “carga social” y “clases pasivas” cuando se refieren a las personas mayores de 65 años” porque está claro que esas palabras, cuando se aceptan como válidas, dan orígen a mitos sobre un envejecimiento que no es real.
Las palabras pueden crear realidades en nuestra mente y después en nuestra vida, por eso debemos cuidar las palabras que pronunciamos y especialmente las que pensamos, porque tanto las palabras creativas como las destructivas o tóxicas van a ser “escuchadas” por nuestras células y van a determinar el comportamiento de los genes.
¿Sólo 5 sentidos?
Seguramente eso no se lo enseñaron en la escuela, pero sí que nos enseñaron que tenemos cinco sentidos, lo cual es falso o inexacto pero nunca lo ponemos en entredicho. Nunca ponemos en duda lo que nos dicen los maestros, los sacerdotes, los médicos, aunque lo que hacen a menudo es enseñarnos a poner etiquetas a todas las cosas, las ideas y las personas y así limitan nuestra inteligencia y nuestra comprensión de la realidad.
Aparte de esos cinco sentidos que nos enseñaron, tenemos el sentido de la temperatura, del equilibrio, de la presión, del dolor, del tiempo, entre otros y además, el más importante de todos los sentidos es que nuestras células pueden percibir y reaccionar a nuestro estado de ánimo, y a las emociones positivas o negativas que experimentamos.
Anime a sus células a mantenerse activas y unidas
Por extravagante que al principio le parezca, le estoy proponiendo que le hable a su cuerpo y a sus células con cariño y amabilidad, incluso con agradecimiento por el enorme trabajo que hacen para mantener su salud, y su longevidad. Ya sea con palabras o pensamientos, intente este tipo de afirmación: “Sé que todas mis células estais trabajando unidas y en armonía para mantener mi salud y longevidad y sé que os comunicais unas con otras para mejorar mi vitalidad”.
Le aseguro que lo escucharán y a medida que vamos manteniendo ese diálogo con nuestras células e incluso con los órganos de nuestro cuerpo en esos términos, nuestro equilibrio y la salud irá mejorando, estaremos reforzando la capacidad protectora de todo el sistema inmune y finalmente, unque ese no sea el objetivo inicial, llegaremos a un estado de plenitud y felicidad como consecuencia de esa comunión íntima y amorosa con partes del cuerpo con los que no nos habían enseñado a comunicarnos.
Javier González
Investigador en gerontología
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