Cada vez se van teniendo más datos sobre los efectos no deseados de la polimedicación en personas mayores. No es de extrañar, ya que sabemos que la polifarmacia acarrea una menor adherencia a los tratamientos, así como un incremento de la posibilidad de interacciones, de errores de medicación, de reacciones adversas y de ingresos hospitalarios. Pero, ¿la polimedicación también se asocia con un aumento de la mortalidad en ancianos? Parece que la respuesta es “sí”.
El NEDICES (NEurological DIsorders in CEntral Spain) es un estudio sociomédico observacional de cohortes prospectivo, realizado en tres poblaciones del centro de España, que investigó la evolución de la salud, de varias enfermedades neurológicas (principalmente degenerativas como Alzheimer y Parkinson) y de la mortalidad en 5.278 participantes mayores de 65 años desde 1994 hasta 2008. Con datos derivados de este estudio se ha hecho un análisis, publicado en la revista Gerontology, para determinar si la polifarmacia está asociada con un incremento de la mortalidad en las 5.052 personas mayores de las que se disponía de datos sobre los fármacos que tomaban.
Por medio de un cuestionario que recogía información sobre factores demográficos y condiciones médicas, se establecieron tres cohortes según el consumo basal de medicamentos, definido como los tomados diariamente por cada persona en la semana anterior a la encuesta: “≥ 6 medicamentos/día” (n=334), que se consideraban polimedicados, “1-5 medicamentos/día” (n=3.787) y “ningún medicamento” (n=931), que se tomaba como el grupo de referencia. Tras 13,3 años de seguimiento, habían muerto el 72,8%, el 51,4% y el 38,8% respectivamente en cada cohorte. Como era de esperar, los fallecidos eran los de edad más avanzada, principalmente hombres y con mayor morbilidad que los supervivientes.
Se utilizó el modelo de riesgos proporcionales o regresión de COX para hacer el análisis de supervivencia a lo largo del periodo, mostrando un riesgo -hazard ratio (HR)- de mortalidad incrementado en el grupo de polimedicados (HR=2,78, IC 95% 2,36-3,27) y también en aquellos que tomaban de 1 a 5 medicamentos (HR=1,47, IC 95% 1,31-1,64) respecto a los que no tomaban ninguno. Este resultado no deja de ser fácilmente justificable si hacemos un análisis simplista: la mortalidad esperada es mayor en aquellas personas más medicadas, simplemente por el hecho de que su índice de comorbilidad y su edad son mayores.
Para evitar estos factores de confusión, los autores del estudio hicieron otro análisis ajustado por factores demográficos y de comorbilidad, que siguió mostrando incrementado el riesgo de mortalidad en las personas polimedicadas (HR=1,83, IC 95% 1,51-2,21). Los factores demográficos fueron edad, sexo, nivel educativo y área de residencia, mientras que el índice de comorbilidad consideraba fibrilación auricular, EPOC, cáncer, demencia, diabetes, insuficiencia cardiaca, infarto de miocardio, epilepsia, insuficiencia renal, ictus, depresión y otras enfermedades psiquiátricas. También se tenían en cuenta el parkinsonismo y el tabaquismo.
La principal limitación del estudio es que el número de medicamentos que se tomaban solo se conocía al inicio del mismo. Sin embargo, tiene puntos fuertes, como que fue un estudio poblacional amplio, hecho en España y, lo que es de gran importancia, que ofrece datos evitando factores de confusión (edad, sexo, comorbilidad…). Tal y como resaltan los autores, este estudio proporciona evidencia de que la polifarmacia se asocia con un incremento de riesgo de mortalidad en personas mayores, aunque aún se desconoce en qué medida la asociación es causal.
¿Podemos y/o debemos hacer algo? Sabemos que el 59% de los efectos adversos asociados a la medicación son evitables en nuestro medio. También que el 20% de medicamentos prescritos pueden ser potencialmente inapropiados en ancianos, que el 8,5% de medicamentos pueden estar prescritos sin una indicación clara y el 12%-18% pueden ser de utilidad terapéutica baja. Por tanto, además de la identificación de efectos adversos que evite la poco deseable “cascada terapéutica”, es de vital importancia promocionar la prescripción prudente, la revisión periódica de los tratamientos y la deprescripción razonada en personas mayores. Hay razones éticas y evidencia científica suficiente para ello ¿Qué motivos hay para no hacerlo?
Elaborado por Rafael Mª Torres García