El Fin del Mito Masculino - Entrevistas
"Cuando la mujer está arrinconada, padece toda la humanidad"
Diario de Mallorca - Jueves, 24 de mayo de 2007
En su primer libro, 'El fin del mito masculino', el autor se acerca a los hechos que han provocado la desigualdad entre sexos y descubre el potencial de los valores femeninos.
Carles Mulet. Palma
Javier Gonzalez Martin a través del aprendizaje autodidacta se ha convertido en investigador independiente y escritor, ha firmado un primer ensayo que se revela, ante todo, como un alegato en favor de lo femenino. La obra, "fruto de una inquietud de muchos años", es a la vez un retrato histórico de las personas y los momentos que han favorecido la desigualdad entre sexos, y un análisis concluyente y revelador del valor añadido que supondría para cualquier sociedad contar con una mujer libre y emancipada.
–¿Cuándo perdió la mujer su libertad?
–El origen de la desigualdad está en la mala interpretación que de las palabras sagradas hicieron algunas religiones. El cristianismo y el islam, principalmente, no supieron leer los mensajes divinos y con ello condenaron a la mujer a un segundo plano.
–¿Y después?
–La religión impuso unos roles y unos espacios vitales claramente delimitados para cada sexo. Éstos se trasladaron a otros ámbitos como el político, el científico o el familiar, generando un poso cultural muy fuerte que se ha ido heredando generación tras generación.
"Las religiones son el origen de la desigualdad que existe entre los dos sexos"
–¿Qué diferencia a los dos sexos?
–Está demostrado científica y biológicamente que el cerebro de la mujer funciona de otra manera. Mientras ella tiende a la cooperación y el diálogo para solucionar los problemas, por ejemplo, el hombre opta por el enfrentamiento. Si se tiene en cuenta que la historia de la humanidad, salvo excepciones contadas, la hemos escrito nosotros, es fácil concluir que la mayoría de los problemas que tenemos hoy se podrían haber evitado con un enfoque más femenino. La humanidad ha padecido mucho por no haber podido contar con ellas, por no haber sido guiada desde un equilibrio de géneros.
–¿Por ejemplo?
–Seguro que la mujer no habría tratado de imponerse a la naturaleza de una manera tan agresiva como el hombre, acostumbrado a hacer de todo una cuestión de ganadores y perdedores. Su conquista se habría hecho en unas condiciones más dialogantes y respetuosas, con mejores resultados.
–¿Se puede medir la desigualdad?
–Los datos son muy reveladores en este sentido. Partiendo de que a nivel poblacional somos casi un cincuenta por ciento de cada sexo... basta mirar las estadísticas de participación de cada uno de ellos en los distintos ámbitos en un lugar concreto y tendremos un retrato muy aproximado de lo que allí ocurre.
–¿Por dónde pasa la solución?
–En los países del primer mundo se ha avanzado mucho desde el movimiento sufragista de principios del siglo XX. En norteamérica, por ejemplo, la mitad de los nuevos empresarios de hoy son mujeres. Poco a poco la mujer ha conquistado sus derechos legales, pero aún está lejos de ser una situación real. Desde el momento en que la sociedad sigue esperando de ellas un comportamiento masculino todo resulta engañoso. Por otra parte creo que, como en todo, la educación es la base. La mujer debería ser discriminada positivamente en este sentido, tener más oportunidades y facilidades.
–¿El hombre acepta a la mujer del siglo XXI?
–Es cuestión de tiempo y de saber cambiar los paradigmas mentales heredados. En casa, por ejemplo, éste sigue pensando que ayuda a la mujer con las tareas, cuando debería ser consciente que es una cuestión de repartirlas. Y así en todos los ámbitos. Menos parir y amamantar, un hombre y una mujer pueden desempeñar las mismas funciones.